«Me avecino a escribir de este tema desde lo más profundo de mí, desde lo más profundo de mis satisfacciones, seguridades, valores, principios, quiebres y temores. Me atrevo porque mi pequeña Amparo me desafía a ser el mejor, aquí y ahora, acertando y a la vez continuamente errando, pero con amor profundo y consciente.»
Mientras uno de los temas de actualidad en boga estas últimas semanas es el proyecto de admisión justa que pretende impulsar este gobierno, que apuesta al retroceso en un camino hacia la igualdad a través de un proceso complejo y largo de medidas que busquen equidad social, me pregunto en qué parte de la discusión se reflexiona sobre el aprendizaje afectivo, valórico y emocional de los niños y niñas se Chile. Al parecer aquello se externaliza desde la línea educativa hacia el núcleo familiar, versus se extrapola desde las familias como una responsabilidad del sistema educativo. Creo que aún no existe un enfoque anticipatorio integral que incorpore el desarrollo emocional de nuestros niños y niñas como una corresponsabilidad social, así como lo académico, en donde el crecimiento biopsicosocial, cultura y espiritual sea una tarea compartida, con una planificación y ejecución positiva y consciente. Solo desde ese camino podríamos pensar en avanzar y transitar integralmente en el camino hacia el desarrollo de este país.
Hemos perdido la valoración de la crianza, en este contexto, la crianza desde el núcleo de la familia, y se ha mecanizado y estandarizado dejando proliferar la ansiedad, la inmediatez y la tecnología de manera desmedida. Hemos perdido la capacidad de sentir y pensar, sentir, pensar y reflexionar, y luego actuar… o actuar conscientemente, flexiblemente. Es aquí donde la Crianza Consciente cobra vital importancia hoy, que si fuésemos socialmente inteligentes haríamos de ella una política pública, pues aunque no se crea, de eso depende el desarrollo de este país e incluso la permanencia de la especie humana en este planeta.
La crianza consciente busca anteponer el apego, respeto y desarrollo afectivo como base del desarrollo integral del ser humano, sin dejar de lado el establecimiento de reglas y normas a través de técnicas propias del conductismo, pero sin castigo físico. Claramente el camino será más largo, porque este estilo nos invita a pensar, a detenernos a reflexionar acerca de nuestro criar, de cómo lo hicimos, de cómo lo estamos haciendo y de cómo lo podemos mejorar, pero teniendo claridad y convicción desde dónde y con qué propósito criamos.
De manera personal, desde que aterricé en la tarea de criar, tengo una convicción presente del “desde dónde” crío; desde el amor y afecto cuidando el ego, y con ello me refiero al yo; crio para mi hija y no para mí. Cuando mis estrategias educativas se conectan con emociones negativas es cuando visualizo que menos efectivo soy, por ejemplo, para calmar una pataleta; me siento con mayor tranquilidad y gratitud cuando me conecto con el momento presente, limito la tecnología y miro a los ojos a esa pequeña gran humana, y entiendo su mundo, o me permito ingresar a él, con su invitación de amor, sólo para contemplar siguiendo en el juego sus instrucciones.
Muchas veces he escuchado que la principal herencia que un padre le puede dejar a sus hijos es la educación, refiriéndose con ello a la educación tradicional. Desde mi punto de vista nuestra impronta y herencia debe ser la educación emocional, entregando herramientas de crecimiento afectivo y emocional que permitan a nuestros niños y niñas a reconocerse como seres humanos sujetos de derecho desde sus primeros años de vida. No se trata de no regular conductas inadecuadas como una pataleta o berrinche, sino, de empatizar, mirar a nuestros hijos o hijas a los ojos y proveerle palabras y conceptos que definan y describan lo que sienten; educarlos emocionalmente. Lo trascendental en el crecimiento es permitir la creatividad, la imaginación, el juego y proveer abrigo afectivo; querer, amar, besar, abrazar, contener y jugar… verán como en el jugar se repiten los patrones que nuestros hijos observan en nosotros.
Enseñar con respeto desde la primera infancia incluye el adoptar enfoques, como el enfoque intercultural promoviendo el respeto y comprensión empática de la historia de nuestros pueblos originarios y de los migrantes, haciendo inclusión y aceptación sin juzgar. Del mismo modo, criar consciente con lo social implica adoptar un enfoque de género en pro de una crianza no sexista y evitando estereotipos de género que sólo han generado una brecha de inequidad impactante y agresiva con las mujeres. Criar con enfoque de género es criar amando y respetando, dándonos cuenta del machismo presente en hombres y mujeres, y para ello hay que predicar y practicar.
Si nuestro foco estuviese puesto en que cómo criamos es cómo construimos el mundo que habitamos, haríamos de esta tarea una tarea trascendental en nuestras vidas; dedicaríamos más tiempo, haríamos de ese tiempo algo valioso con todos nuestros sentidos conectados a formar desde la inteligencia emocional entregando herramientas para que nuestros hijos e hijas puedan crecer en armonía consigo mismos, con sus pares y entorno, aportando positivamente en sus relaciones afectivas y sociales, siendo conscientes de sí mismos desde que hacen uso del lenguaje verbal y con ello propiciar este tipo de insights mucho antes que nosotros, en momentos en que ya nos hemos deformados profesional y socialmente, pudiendo descubrir el mundo de una manera distinta; más positiva, creativa, socialmente respetuosa, amable, optimista, inclusiva y solidaria.
Criar hoy tiene una cuota alta de responsabilidad y no es cuestionable. Debe ser positiva y respetuosa, biparental o uniparental, debe ser conjuntamente presente, activa y equitativa pensando en nuestros hijos e hijas, con autoobservación y reflexión, queriendo desde el pensamiento y desde la acción cultivar una nueva sociedad.
Ps. Claudio Rodríguez Cáceres
Asesor de Crianza
Director de Happy Papis
Instagram @happypapiscl